martes, 25 de octubre de 2011

La República y el inicio de la lucha de clases


La república y el inicio de la lucha de clases

Los comienzos de la república romana estuvieron marcados por el enfrentamiento entre la élite oligárquica y la masa de la población, la plebe, que quedó exclu7ida de los mecanismos de participación política concebidos por el nuevo régimen.
La caída de los Tarquinos y el colapso de la Monarquía significaron un corte profundo en la evolución política de Roma. La toma del poder por parte de los patricios, las viejas familias-“gens”- aristocráticas de origen latino, sabino y etrusco que habían encabezado la revolución que derribó a Tarquino el Soberbio, trajo consigo un nuevo régimen, la república, cuya propia etimología (res pública: cosa del pueblo) ya anticipaba sus pilares básicos: representatividad y participación política, frente a la monarquía y el poder absoluto del período anterior. 


Pero la república no supuso, en la práctica, el reparto equitativo del poder. La nobleza ocupó de inmediato todos los resortes del poder. La nobleza ocupó de inmediato todos los resortes del nuevo orden republicano y excluyó a la plebs, la amplia masa de la población, de la participación política en las instituciones. En esta deriva oligárquica se encuentra el germen del largo litigio que enfrentará a patricios y plebeyos por espacio de dos siglos.
Las instituciones republicanas
El nuevo régimen necesitaba nuevas instituciones para gestionar el poder de las viejas familias. Y el reparto de ese poder exigía, en virtud del principio de representatividad de la joven república, hallar una fórmula de equilibrio para evitar que ninguna de esas gens se alzase con la hegemonía política. Del consenso patricio nace la magistratura. La nueva institución es electiva y bifronte: dos magistrados elegidos por las familias patricias por un período de un año y que ejercen de manera colegiada sus responsabilidades.


Esclavos

La magistratura, que luego registraría una notable evolución con la inclusión de nuevos cargos (pretores, censores, cuestores), afianzó así la capacidad ejecutiva –por delegación- de la capa dirigente, mientras que la deliberada interinidad del cargo y su matriz electiva, fruto del acuerdo entre élites, neutralizaba las posibles tentaciones caudillistas en las que pudieran caer algunos magistrados díscolos.
Junto con los magistrados –más tarde llamados cónsules-, el Senado constituye una pieza de primer orden en la estructura del estado. Nexo entre el viejo régimen monárquico y el nuevo orden republicano, el antiguo consejo regio pasó a ser en la república una institución que fiscaliza la acción de gobierno de los magistrados. Convertido en cámara de representantes de la oligarquía, pues forman parte de los patres (las cabezas de familia aristocráticas) y los ex magistrados en número de 300 miembros, el Senado velará para que las decisiones tomadas por el poder ejecutivo no colisionen con los intereses de estrato dirigente.
  



Desigualdad jurídica

La difícil coyuntura exterior a la que debe enfrentarse la joven república tendrá una incidencia capital en su posterior evolución política. Y sólo es posible calibrar la importancia de esas urgencias exteriores si se comparan con las enormes repercusiones que tuvieron en el plano interno.
A principios del siglo V a.C., Roma ejerce su supremacía en el Lacio, pero su poder está aún lejos de ser hegemónico. Los intentos de los pueblos latinos por liberarse de ese dominio desembocaron en una sublevación encabezada por el caudillo Túsculo. Aunque la lucha se resolvió del lado romano, el tratado de paz, suscrito en Roma en tablillas de bronce y conocido como foedus Cassianum, reconoció a los latinos como ciudadanos con el mismo rango. Otra consecuencia importante del tratado fue la plena integración de Roma en la liga Latina.

Patricio
Latinos y romanos apenas tuvieron tiempo de digerir su alianza. Ecuos, auruncos y volscos, integraban un frente de tribus itálicas, que junto con las ciudades estado etruscas, constituían una fenomenal amenaza para Roma. Con el fin de asegurar las fronteras, la liga Latina organizó expediciones militares y fundó colonias comunes que frenaron la presión itálica. Pese a los éxitos militares, la “amenaza mortal” sobre Roma subsistió en el imaginario colectivo: de la leyenda del traidor Coriolano avanzando sobre la ciudad a la cabeza de los feroces volscos, hasta el conflicto real con la ciudad etrusca de Veyes.
Esta situación impuso el despliegue de todas las fuerzas militares, lo que provocó una sangría humana y económica continua. Nada tiene de extraño, por tanto, que la población de Roma, excluida del poder político, se preguntara por la razón que la obligaba a hacer frente a todas aquellas cargas. Si bien las exigencias derivadas de este clima bélico eran un factor importante de ese malestar, existían causas más profundas que tenían su origen en la desigualdad jurídica y política que padecía la clase plebeya.
Desde el punto de vista del derecho civil, la plebs romana era libre, pero jurídicamente sus componentes no eran ciudadanos. Originariamente, el plebeyo era más bien un cliens –cliente, dependía de una gens –familia noble- y, al carecer de capacidad jurídica, tenía que hacerse representar en un juicio por su patronus (protector). También la población rural pertenecía a la clientela, pues los nobles tenían posesiones en el campo.

Pirámide de jerarquías políticas
La recluta forzosa en función de la nueva táctica militar de la falange, que exigía el concurso de grandes contingentes de población, despertará definitivamente la conciencia de clase entre los plebeyos. En realidad, no se trata de discutir a la aristocracia su función dirigente, sino de decidir conjuntamente los asuntos políticos y de equiparse con ella en el plano del derecho privado. Todo esto interesa en primer término a las familias plebeyas económicamente pudientes –las classis-, aunque para la mayoría de la población la aspiración mas urgente es suprimir la esclavitud por deudas.

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