El batllismo y el estado interventor

El Batllismo y el Estado interventor (Equipo Nº3)


El segundo período de gobierno de José Batlle y Ordóñez mostró en plenitud su pensamiento y su capacidad de acción. En el campo económico introdujo el concepto y la práctica del “Estado interventor”.

La intervención estatal y los servicios públicos

    el largo viaje por Europa enseñó a Batlle muchas cosas, entre ellas, que los países jóvenes -como el Uruguay de entonces- carecían de una clase empresarial con capital e iniciativa para ciertos emprendimientos. A diferencia de la empresa privada, el fin del Estado no era el lucro sino el servicio a la sociedad, de ahí que, a criterio de Batlle, los servicios esenciales para la población debían estar en manos del Estado. Dejarlos a cargo de la iniciativa privada, que impondría su interés particular por encima del general, era correr el riesgo de que la población careciera de ellos o los pagara muy caros.
    Sobre esta base construyó su política de intervención del Estado, en diversos campos de la actividad económica, especialmente en los  considerados servicios públicos, como la luz, el gas, el agua corriente, las comunicaciones u otros de utilidad colectiva.

La lucha contra el “empresismo” inglés

    Casi todos estos servicios estaban por entonces en manos privadas, en general inglesas. Las inversiones británicas en Uruguay eran considerables y se extendían a todos los ramos de la economía. Esto implicaba una importante fuga de divisas hacia el exterior, que Batlle pretendía retener en el país. Desde el comienzo de su segundo mandato, el presidente cargó las baterías contra el predominio británico.
    En 1911 decretó el monopolio de la mayor parte de los seguros, una actividad que generaba muchas ganancias. La resistencia británica -que dominaba el negocio- fue grande, por lo que Inglaterra logró que algunos seguros quedaran excluidos del monopolio. La mayoría, sin embargo, solo pudo ser gestionada a partir de entonces por el Banco de Seguros del Estado, que se creó con ese fin.
    Con los ferrocarriles -otro dominio inglés- el batllismo aplicó distintas estrategias. Impulsó la creación de una red ferroviaria nacional, que recién se concretaría en 1915 con la fundación de Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE), pero al mismo tiempo fomentó la construcción de carreteras paralelas a las vías férreas. Esta iniciativa no solo respondía al aumento del tránsito de autos y camiones, sino a que al ofrecer una alternativa, obligaba a los ingleses a bajar las tarifas y los fletes del ferrocarril. Para concretar esta medida -como otras- contó  con la ayuda del capital estadounidense, interesado en la expansión de la industria automotriz y en desplazar a Inglaterra de los mercados de los países americanos.

Organismos estatales en importantes actividades económicas

    Creación de las Usinas Eléctricas del Estado (1912). Se estableció el monopolio estatal de la generación y distribución de energía eléctrica. El Estado tenía la exclusividad de producir la energía eléctrica y llevarla a través del cableado a las casas, las fábricas, las escuelas, los hospitales, las oficinas, etcétera.
    Estatización del Banco de la República Oriental del Uruguay  (BROU). El BROU fue fundado en 1896. La mitad de sus fondos debían ser del Estado y la otra mitad, de particulares. Los particulares nunca pusieron su parte de capital. En 1911 el gobierno lo estatizó. Su principal función era dar créditos para el agro y la industria.
    Creación del Banco de Seguros del Estado (BSE). La mayor parte de los seguros (contra robo, incendio, de vida, marítimos) estaban en poder de empresas inglesas. En 1911 se nacionalizó la mayoría de ellas y se creó un banco especial.
Creación del Banco Hipotecario (BHU). Desde hacía años la banca privada prestaba dinero a la gente para adquirir o construir vivienda, tomando como garantía la propia casa que se compraba o se iba a construir (hipoteca). En 1912, estos préstamos pasaron a ser monopolio del Estado a través del Banco Hipotecario.

El Estado y la Iglesia

    La Constitución de 1830 establecía que el catolicismo era la religión oficial de Uruguay. Sin duda, la mayoría de la población era católica, pero también había creyentes de otras religiones y ateos. Por eso, para Batlle, el Estado, como representante de todos los ciudadanos, no debía tener una religión oficial.
Hizo quitar los crucifijos de los hospitales públicos y eliminar la enseñanza religiosa de las escuelas públicas. En esto completó la obra de Varela, quien había propuesto una enseñanza laica, pero, en consideración a la gran mayoría de los católicos, había aceptado que se enseñara religión, salvo a los niños cuyos padres manifestaran desacuerdo. Con la disposición de Batlle, la escuela pública pasó a ser totalmente laica.
Todas estas medidas, unidas a las leyes de divorcio, produjeron la resistencia de la Iglesia y de los católicos en general.

La idea del colegiado

    Respecto a la organización del gobierno, Batlle planteó una idea nueva, tomando el ejemplo de Suiza. En lugar de un solo presidente, como fijaba la Constitución de 1830, propuso que el Poder Ejecutivo estuviera formado por un conjunto de nueve miembros, al que llamó Junta de Gobierno y se conoció como colegiado.
Según Batlle, el colegiado tenía muchas ventajas, ya que evitaba que una sola persona tuviera mucho poder.
El modo de elección de los consejeros, sin embargo, aseguraba la permanencia del partido ganador en las elecciones. Como hasta el momento había ganado las elecciones el Partido Colorado, la propuesta provocó la oposición no solo de los blancos, como era de esperar, sino de algunos sectores del Partido Colorado. Muchos se opusieron porque no estaban de acuerdo con el colegiado, pero también porque les parecía que Batlle hacía reformas sociales muy radicales.

A favor o en contra

    Desde que Batlle dio a conocer la idea del colegiado en sus «Apuntes» en el diario El Día, en 1913, toda la sociedad se vio envuelta en la discusión acerca de la propuesta del presidente. La prensa expresaba con pasión el enfrentamiento.
Todos estaban de acuerdo en la necesidad de reformar la Constitución. Los blancos venían pidiendo la reforma desde hacía años, en busca de la coparticipación.
En julio de 1916 se puso a votación la propuesta. Ganaron los opositores al colegiado, porque algunos colorados no votaron la idea de Batlle.
Sin embargo, en las elecciones para legisladores que se hicieron poco después, los batllistas ganaron porque los colorados votaron otra vez juntos.
Esto era una situación prácticamente sin salida. Para resolver el problema, blancos y colorados se pusieron de acuerdo y elaboraron una reforma constitucional que contemplaba a ambas partes.

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